jueves

EL TRAJE

Hay hombres que se ponen determinados trajes - ignoro si los heredan o si los compran - que por ellos se les puede clasificar e incluso adivinar su profesión.
Si además, los adornan con gemelos dorados - que no de oro - y ciertos alfileres de corbata que deberían prohibir por peligrosos e incluso impedir que esos sujetos tomen un avión con eso puesto, se puede adivinar en que Barrio madrileño trabajan, o lo que sea.
De esta guisa recibí ayer una visita.
Centrémonos. Yo estoy en el Archipiélago Balear. Al ver desde una ventana semejante visión decidí no recibirle.
Más que nada por el brusco contraste.
El Servicio insistió, hasta que dijeron la frase definitiva:
- Por favor, señora, que está dejando un olor......
Efectivamente, el Abogado Retrete, que así se llamaba, hacía honor a su apellido.
Entre todo lo descrito más gomina, corbata anticuada de marca pseudofrancesa y colonia ácida, la cosa tenía tintes dramáticos.
A todo ello había que añadir los efectos del viaje, más la lógica tensión producida por encontrarse con una persona como yo. Pese a mi sencillez y modestia.
Definitivamente el Abogado Retrete estaba dejando en el Salón de mi hermana el aroma de un vestuario de Lucha Libre.
Sin respirar, le salude y despedí. No aguantaba un segundo más. Además supongo que quería cobrar algo. Todos quieren lo mismo. No existe solidaridad.
Rápidamente abrimos las ventanas.
Pero, como soy eminentemente solidaria, tuve un recuerdo muy sentido hacia los pasajeros de su vuelo de vuelta.